Está costando un huevo engancharse a los Europeos de atletismo. La ausencia de estrellas
mediáticas europeas en el panorama actual (diría que sólo
Vlasic da la talla) y el hasta ahora discreto papel de los españoles (¿dónde están esos
Peñalver o esos
García Chico que te hacían ver que todo es posible?) están obligando a buscar la diversión en otros rincones.
Yo por ejemplo he estado la primera mitad del campeonato buscando en la comicidad y en la calamidad (palabras
sinónimas desde que
You Tube existe). Un día lo he salvado con los lanzadores de martillo y peso, otro con el peor concurso de salto de
pértiga de la historia y ayer podría haberme ido feliz a la cama sabiendo que el mejor
marchador del campeonato, el
francés Diniz, es capaz de tropezarse y caerse de morros él
solito.
Ver vídeo.
Sin embargo he descubierto que hay algo mejor que los atletas: los periodistas de
TVE. Tienen tanto optimismo, tanto buen rollo y tanta capacidad de ver el lado positivo de las cosas que si los pusieran a comentar el fútbol, no pasar de octavos sería un éxito. Hagas lo que hagas, está bien hecho. Que preparas una carrera de 50 km y sólo haces 25, te felicitan y te dan la enhorabuena por el esfuerzo. Que llegas a una final y quedas último o penúltimo, te lo agradecen, te babean y te dicen que eres un ejemplo a seguir. Que te eliminan a las primeras de cambio, lo atribuyen a factores externos, te buscan la excusa y luego, como no, te felicitan por el esfuerzo y hablan de un futuro cuya llegada comienza a ser más esperada que la del iPhone4.
El gran ejemplo y la gran bandera de todo esto que digo es el duelo
Amat Carceller - Olmedo. Han pasado de tirarse los trastos en
Pekín -
remember- a hacerse unas entrevistas que ya las querrían para ellos
Iker Casillas y Carbonero. Aquel inolvidable minuto de oro de
Pekín les ha marcado tanto y están tan condicionados que ahora es imposible encontrar naturalidad en sus
conversaciones. Tras el adiós de Martes y 13 y de Cruz y Raya - y con permiso de Los
Morancos- se han convertido en el dúo televisivo que más expectación genera entre los
telespectadores españoles. Sus contados encuentros hacen que la gente les siga con devoción y no pare de comentar sus gestos, sus miradas, sus palabras, sus no palabras... La verdad es que tras aquello no les ha ido mal a los dos. El periodista ha conseguido consolidar El Rincón de
Amat, un
set de entrevistas que ahora, tras pasar por China y Barcelona, no se podía
caracterizar por otra cosa que por
El final feliz (en este caso de la carrera). Y el atleta ya no sólo es popular sino que encima se está haciendo un hueco en los queridos 1.500.
Los 1.500 siempre han generado una gran expectación en España pero es verdad que desde la época del gran
Fermín Cacho (ahora convertido en un un
Fermín Cacho grande al que verías capaz de comerse un cochinillo y unas
fabas en pleno en mes de agosto) y del
Leña al Moro de Marca que no había un equipo de 1.500 que nos entusiasmara tanto. Olmedo, que parece que todo lo que no tiene en la cabeza lo tiene en las piernas, es adorado por todo el mundo (incluso por
Amat, ya lo hemos dicho). Reyes
Estévez, con su
look de yerno que ninguna suegra querría tener, con su aspecto de crápula, su cara de enfado, su discurso de "
soy/he sido un grande" y su eternidad ha logrado calar en el corazón de la gente. Y Arturo Casado, con esas pintas de encargado de
videoclub de Aquí no hay quién viva, es el clavo al que hay que agarrarse después de que los
Martínez, los
Domínguez, los Reyes, los
Paquillo (?) o los
Bragado den un paso al lado.
Por cierto, de Casado, al margen de la gran carrera que hizo hay que destacar los grandes genes que tiene. Su padre,
Laureano Casado, era un habitual de Al filo de lo imposible. Con 20 años Laureano se tiró en paracaídas 43 veces en diez horas. Años más tarde batió el
récord de España de altitud en globo aerostático al subir a 12.00o metros de altura y, desde ahí, tirarse en paracaídas y en
parapente. Y su máxima es: "
más vale llenar los años de vida que la vida de años". Habrá que apuntarse la frase.