Minuto 30 de partido. Cuando aún no había visto la chaqueta de Rijkaard ni la barba de Oleguer y en cambio ya había tenido quince planos de la cazadora con pieles de Eto’o, uno de los labios de Esther Cañadas y otros dos de Txiki Begiristain en compañía de un Stoitchkov que envejece con el mismo molde que Bill Murray me dí cuenta que los tiempos en que los espectáculos del Barcelona – Atlético se daban en los terrenos de juego habían pasado a la historia.
Así que me puse a ver el partido sólo con la esperanza de gozar de alguna genialidad de Ronaldinho o de alguna jugada a balón de parado que calentara un poco la cosa. El momento llegó. Vino además de manera conjunta: falta y genialidad. El brasileño que saca otra vez el manual de jugadas y decide que como en el 2006 ya ha tirado faltas por arriba, por abajo, por el centro, por la escuadra y por el palo largo es el momento de registrar el lanzamiento al palo del portero con el pie cruzado. Un mensaje para volver loco a todos los porteros del mundo que lo único que pueden hacer en estos momentos con los lanzamientos de Ronaldinho es rezar para que se le acabe la racha. Si dan un paso a la derecha, se colará por la izquierda. Y viceversa. Con la barrera pasa lo mismo.
Sin embargo tiene un problema Ronnie: su efectividad. Tiene tan bien acostumbrada a la parroquia culé que sus goles ya no causan sobresalto. Quizás por eso no aplaudieron ni Txiki ni Stoitchkov el gol. Quizás por ello en el sofá de mi casa se oyó un escueto
“gol” donde antes se oía un bravo
“¡Gooool!”. Eso sí, yo – a pesar de que os podría defender la tesis de que Cannavaro se merece el Balón de Oro- jamás me cansaré de ver jugar al gaucho. Es el único futbolista del planeta que va vestido de verde chillón al trabajo mientras los otros se enfundan el traje gris de Sabina.
Volviendo al partido, y ya en la segunda parte, el partido se calentó. Bueno…se calentó para todos menos para el frío Thuram cuyo primer sprint serio en lo que va de Liga acabó con un gol de Agüero, una lesión muscular y un breve recuerdo de algún socio culé a los seis o siete millones que cobra el francés por temporada. No está mal. Todo esto pasó en los primeros diez minutos de la reanudación.
Y ya con el empate rojiblanco volvieron los bostezos y los planos cortos de la grada. Uno de ellos crucificó a Ezquerro. Fue una jugada en la que el delantero (?) azulgrana acabó con un chute desviado que el realizador del partido enfocó (otra vez ) a Eto’o con la mala suerte de que los dos aficionados de delante suyo se estaban descojonando. Da la sensación que la sombra de Korneyev, Escaich o Jose Mari ya se apoderado del riojano y que haga lo que haga (bien o mal) su jugada acabará en sonrisa. Es ley de vida. Incluso en las películas de Bruce Willis aparece Ben Affleck. En todos los rincones del mundo siempre aparece un lado oscuro y
bardeportiano.
Y con Ezquerro y la atenta mirada de Saviola desde el banquillo, el partido acabó.
PD: La Sexta finaliza el año con un partido del Atlético y con barrita larga (aunque pequeña y subida casi hasta el extremo de pensar que incluso puede molestar al vecino de arriba). Me siento como los indios de Hollywood. Toda la vida luchando para acabar siempre sin nada.