He
escuchado hoy que la diferencia entre la fase de grupos y la de los cruces es que en la primera la cosa sólo se puede poner fea y en la otra comienza lo bonito. Es cierto. Aún así hay que agradecer a la
FIFA que, por si las moscas, decida seguir con sus intervencionismo asegurándose que mañana hablemos de fútbol en cualquier bar del mundo.
Una vez quemadas las cartas del
Jabulani y la
vuvuzela a la
FIFA sólo le quedaba la vieja opción del árbitro para amarrar el espectáculo y en su favor hay que decir que lo han hecho de forma impecable, rozando la perfección. Han hecho un repaso de 50 años en 4 horas perfecto para
chavalines que se inician en esto. Han comenzado la clase de historia con el gol del 66 ("
un disparo de 44 años" como definía un Carlos
Martínez cuya lengua debería ser pluma) y han acabado por el cabezazo de
Zidane que no era otra cosa que el cabezazo de
Tévez, jugadas muy diferentes entre sí pero con un nexo en común: el
videomarcador, esa tecnología que no sólo no está al servicio del árbitro sino que encima se pone en contra suyo.
Y ambas decisiones han servido para cerrar el círculo. Lo que le dieron a Inglaterra en el 66, hoy se lo han quitado. Lo que le dieron a los árbitros en el 2006, hoy se lo han quitado.
Pero no sólo eso ha conseguido la
FIFA, no. También ha conseguido eclipsar que entre los 16 mejores equipos del mundo se encuentran dos como Inglaterra y México cuyas defensas serían capaz de jugar un partido sin balón y acabar
empatándolo a cuatro. De sus
limitaciones, de esas de las que no se hablan gracias a los árbitros de la
FIFA, me quedo con la imagen de uno de los últimos goles de Alemania en los que
Ozil es capaz de sacar diez metros en un
sprint de cinco a un defensor inglés.
Sonrojante. Tanto que por un momento he pensado: "¿Y si los entrenadores están
compinchados con los de la
FIFA para también meter a los peores y que así salga algo bonito?· Si es así, bienvenido sea.