Menos los argentinos que son y serán siempre argentinos, el resto del planeta somos italianos de corazón y extranjeros de pasaporte. Aunque no lo admitamos ni lo digamos. Es el lado oculto que siempre hemos querido tener. No hay ninguna duda de ello.

Nos hubiera gustado serlo con 13 años, cuando al ligoncete de la clase le escribían notas las chicas de la clase para poderle haber humillado con estilo. También con 20 años, para ponernos gafas oscuras grandes y horteras, un polo rosa y mucha gomina y así poder conquistar Salou. Y nos gustará ser italianos de aquí a 25 años para tener el moreno de Albano y poder cantar como él al tiempo que demandamos a Lydia Lozano.

Sin embargo la vida ha sido cruel con nosotros y sólo nos ha permitido saborear el placer de lo italiano en contadas ocasiones: cantando el Venezia de los Hombres G; alquilando películas de Bud Spencer y Terence Hill y creando un piloto como Alonso para alinearnos todos con Ferrari. Y eso, estaréis de acuerdo conmigo, es muy poco.

¡Así que basta ya! ¡Digamos basta ya al trato cruel de la vida! Hoy animemos todos a nuestros colores, a nuestra Italia, a la patria de la pizza, la pasta, la teta de Sabrina y el Milán del 5-0. Empujemos hacia la victoria a la tierra que hizo crecer a Torrebruno; que inventó el Balla, Balla y la Dolce Vita; y a la cultura que nos dió las películas de Jaimito.

Hoy todo el mundo va a ser italiano y así la vida se dará cuenta de que no ha podido con nosotros pese a su humillante intención de hacernos extranjeros y putearnos.

Escrito por por Anónimo el 08 julio 2006.
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