Hoy me han preguntado si me había indignado ayer con la retransmisión de Cuatro. Y, la verdad, creo que mi respuesta debería haber sido: “Estoy tan y tan molesto con la eliminación que no he tenido tiempo ni ganas de molestarme con el resto del mundo”. Pero no. No ha sido así. Creo que Manu Carreño estuvo a la altura de Pochettino y entre los dos hicieron que los pericos nos fuéramos a la cama con una cara que no se recuerda desde la época de Julio Pardo.
Entiendo que el Mirandés caiga simpático, que llegué a nuestros corazones, que por el sólo hecho de recordarnos al Numancia, merezca llegar muy y muy lejos. Pero de ahí a hacer que los pericos nos sintiéramos rusos, ingleses o turcos mirando la tele, que tuviéramos que sufrir un “¡Gol!” que batió el récord del mundo de “os” y “eles” -154 “os” y 78 “eles” he contado hoy- y tener que escuchar que encima eran imparciales, va un trecho. Me pregunto si el Mirandés se hubiese enfrentado al Madrid, Manu hubiese mostrado tanta euforia con los de Segunda B como desconocimiento de los futbolistas de Primera que estaban jugando el encuentro.
Por suerte a Manu Carreño le salvo la cabeza a Pochetino (y a Pochetino a su vez la suya Manu Carreño con lo que los pericos andamos hoy con el palo en la mano pero medio confusos a la hora de acertar con la piñata). Sinceramente, no entiendo el planteamiento de ayer: decidimos jugar el partido más importante del año -¡¡porque lo era!!- sin nuestro jugador más importante. No sé, no veo a Mourinho o Guardiola guardando a Messi y Cristiano en una semifinal de Champions para que estén frescos y preparados para la fase de balonazos y melones del partido. No lo veo. No entiendo que Verdú calentara banquillo a no ser que este estuviera medio tocado (nada se dijo) o que, como capitán y veterano del equipo tras la marcha de Kameni, le tocara padecer lo que otros veteranos y capitanes han sufrido con el míster argentino.
En fin, Copa tirada. Una lástima. Para un club en el que normalmente nunca pasa nada (ni ganamos ni perdemos sino todo lo contrario) es una oportunidad perdida muy grande la de ayer. Nunca una competición tan cara se le había puesto tan barata a un club. Bastaba con jugar un partido de ocho bien (uno de semifinales) y ya te plantabas en la final y en Europa. Pero nada, desde el primer día apostamos por hacer las cosas mal. Contra el Celta, agradecimientos al árbitro y De Lucas. Contra el Córdoba, a la suerte y la magia de Cornella. Y contra el Mirandés pensábamos que con el árbitro, la magia de Cornella y la suerte de la ida, no nos haría falta el fútbol en la vuelta. De seis partidos, ni uno memorable. Y aún así tocamos Europa con las manos. Sólo nos despertó del sueño -¿en serio hay argumentos para llamarlo sueño?- un equipo que puedo admitir esté capacitado para dar Sustos en la Copa – sustos que reciben algunos Primeras cuando les pilla el resultado en contra por sorpresa y ya no saben como reaccionar- pero que no debería tener argumentos futbolísticos suficientes si la eliminatoria se les pone cuesta arriba. El Mirandés puede ganar al Villarreal, al Racing o al Espanyol por una mezcla de ilusión y motivación del pequeño y pájara y empanada del “grande” pero nunca por fútbol si están en igualdad de condiciones mentales. Y ayer el Espanyol, al ponerse por delante, demostró que pájara no había. Así que nos ganaron por fútbol. ¡Qué desastre! Espero que dentro de cinco, diez o quince años, cuando tengamos una ocasión de oro como ésta, sepamos aprovecharla.